Un fallo de la justicia francesa acaba de ser confirmado por el máximo tribunal argentino, ordenando la restitución internacional de una niña de tres años a su padre, acusado de violencia de género e incesto. La Cámara de Diputados ha presentado una declaración firmada por Mónica Macha, recordando que la Corte IDH establece que los Estados tienen un deber de prevención de la violencia de género y protección de la infancia, y pidiendo que se respeten los derechos humanos de la menor.
En una familia, el incesto hacia menores afecta a todos los integrantes de forma indiscriminada y, muchas veces, los transforma en un bloque que protege a la persona agresora para impedir que el hecho salga a la luz. La divulgación del incesto es un escándalo, porque va en contra de las leyes sociales, y traicionar el silencio suele tener drásticas represalias. Poco a poco, los casos de abusos intrafamiliares tienen voz, memoria y cuerpos que sufren, pero es largo el camino por delante para qye la justicia los acompañe como corresponde.
Hoy en la Argentina existe un caso que ha dado mucho qué hablar. Dos fallos judiciales en Francia y en Argentina dictaminaron a favor de otorgarle la tenencia exclusiva de Alma, una niña de tres años, a su progenitor, F. P., radicado en París y actualmente investigado en Argentina por abuso sexual sobre su hija. Esta causa está siendo tramitada en el Juzgado Criminal y Correccional n°44, aunque sigue pendiente una cámara Géssel desde hace más de un año por motivos jurídicos dudosos. Mientras tanto, la niña no viaja por la pandemia de coronavirus, pero los fallos siguen firmes y aterrorizan a su mamá y a toda su familia argentina. «Lo único que nos está salvando a Alma y a mí es que no hay vuelos por COVID. ¡Argentina nos saca de encima! ¡Es desesperante! ¡No les importa nada! Ni la violencia, ni la salud de Alma. Los médicos dicen que de llevarse a cabo lo que está escrito en las sentencias judiciales, Alma va sufrir un daño irreversible en su neurodesarrollo. También me hablan de una depresión infantil muy grave. ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Quién protege los derechos de los niños? dice Sofía en diálogo con Las12.
Es que Sofía Troszynski, la madre de Alma, de nacionalidad argentina, está viendo sus derechos doblemente vulnerados por el sistema judicial tanto francés como argentino. El 5 de agosto se inició un juicio oral que lleva dos años abierto por violencia de género y amenazas de muerte ante el Juzgado Penal y Contravencional N°15. En él consta que su ex pareja agredía tanto a Sofía como a su hija, a quien le dio alcohol siendo una beba para que se durmiera mientras su mamá iba a trabajar. Aquí también, el acusado logró postergar las audiencias de juicio oral en su contra. Según Sofía Troszynski, se trata de un artilugio para apurar el traslado de la niña a Francia y que la sentencia argentina, en caso de ser condenatoria, sea ineficaz. «El acusado otra vez utilizando argucias legales pide nuevamente postergar las audiencias de juicio oral en su contra. El pretende que la sentencia condenatoria quede inactiva, ya que en ese momento ya tendría a Alma en su poder» explica Sofía.
Alma sufre una discapacidad. Según un informe presentado a la justicia por la Dirección Operativa de Programas Centralizados y Articulación Interinstitucional, en colaboración con la Sra. Samanta Ronconi, abogada del Consejo de Derechos del Niño y del Adolescente del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, «presenta un diagnóstico de Trastornos Específicos del Desarrollo del Habla y del Lenguaje, Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado«. De llevarse a cabo lo dictaminan las sentencias judiciales, la niña sufrirá un daño irreversible en su neurodesarrollo.
Las víctimas, acusadas
Las madres que revelan el incesto tienen poco apoyo y en general son señaladas por los victimarios. Desde el punto de vista jurídico, menos del 2 por ciento de las denuncias por incesto hacia menores acaban en condena y los costos del procedimiento, que puede durar años, les impiden llevarlo plenamente a cabo y en buenas condiciones. Muchas veces, la revictimización a la que se somete a las víctimas las hace desistir de seguir adelante con los procesos.
Según la antropóloga francesa Dorothée Dussy, el incesto es una norma invisible de nuestro dispositivo cultural, tiene una función central en las relaciones interpersonales de dominio que se producen en el espacio doméstico, en el seno de la familia. “Una pedagogía del aplastamiento erotizado”, escribe en La cuna de las dominaciones (2013). Dussy, entre otras investigadoras, ha llevado a cabo un trabajo de campo para tratar de entender los mecanismos mediante los cuales cada día, en la intimidad de los hogares franceses, un/a menor es sexualmente agredido/a por un miembro del núcleo familiar.
La antropóloga parte de una constatación concreta: la banalidad de los abusos sexuales cometidos en Francia sobre los niños revela que el incesto estructura el orden social. Hoy la inmensa mayoría de personas incestoras escapan a la justicia. Dado que los y las menores sometidos a esa destrucción psíquica y física no reciben los cuidados necesarios, la sociedad se encuentra ante un problema oculto, tabú, silenciado, de salud pública. En ese país, recién ahora se está empezando a considerar el incesto en su dimensión política, en particular desde la publicación del libro La familia grande (Seuil, 2021) de Camille Kouchner.
El abuso sexual en la agenda feminista
El incesto también tiene perspectiva de género. A finales de los setenta, la escritora y activista feminista estadounidense Louise Amstrong publicó un testimonio impactante para la época, Kiss daddy good night: Ten Yers later. “De repente, me di cuenta de que las autoridades se apresuraban en pronunciarse (…) para explicar la dinámica de cada miembro de una familia implicada en el incesto. Y para echarle toda la culpa a mamá. Aquí estamos, mundo, cinco minutos desde el inicio de una conversación que te has negado a tener durante un millón de años, y ya surgen palabras para recitar como mantras en la oscuridad… Las madres son «inconsecuentes». (También «pasivas», «cobardes», «dominantes» y «manipuladoras»).”
La persona incestora es la que dicta las reglas y los roles de cada uno, afirmando su poder y su capacidad punitiva. Los órganos de protección la infancia y los dispositivos de investigación judicial fallan regularmente y ratifican de facto el poder incestor.
“Los niños suelen ser fuertes y valientes, en todo caso antes de ser destrozados por la familia y por la máquina social que les enseña a tragar hojas de afeitar”, escribe Dussy. En un video colgado en la cuenta Instagram Alma.se.queda se puede oír el grito de esa pequeña cuando la obligan a mantener una videollamada con el padre. Un “NO” que retumba en el teléfono y te perfora el tímpano hasta la sordera.
Un grito ahogado queda sepultado bajo el peso del silencio o del secreto. En Mi secreto (La Différence, 1994), la artista Niki de Saint Phalle escribe una carta dirigida a su hija Laura, en la que le cuenta el abuso del que fue víctima por parte de su padre. “Soy una superviviente de la muerte, necesitaba dejar hablar por fin a la niña que hay en mí. Mi texto es el grito desesperado de la niña. (…) Esta soledad forzada creó en mí el espacio para escribir mis primeros poemas y desarrollar mi vida interior, que más tarde me convertiría en artista.”
Si resulta que el grito de Alma es también el de una superviviente, esperamos que la justicia argentina llegue a oírlo antes de que sea demasiado tarde. Y esperamos, también, que la niña encuentre en ella un espacio para desarrollar su vida interior, a pesar de haber sido tan pronto vulnerada en sus derechos humanos más elementales.
Fuente: página 12