Por su altura ilegal y sus cien metros de frente, los vecinos le pusieron el sobrenombre lapidario. La Ciudad apeló la sentencia de primera instancia asociada con la empresa constructora.
En estos tiempos de pandemia, encierro y problemas económicos, uno de los pocos lados positivos es pensar cuánto patrimonio no está siendo demolido a escondidas, y cuántos bodrios anti-urbanos están paralizados. Otra de las escasas facetas positivas es que la justicia sigue actuando y tiene tiempo de decidir antes de que los especuladores inmobiliarios le impongan hechos consumados. Es lo que hizo la Sala II de la Cámara en lo Civil, Administrativo y Tributario que confirmó una sentencia contra un mamotreto especialmente odioso, el edificio Astor San Telmo. Lo que la Cámara confirmó es que el diseño del estudio Aisenson para la «desarrolladora» TGLT centrifuga las normas de alturas y volúmenes del lugar. De hecho, consideró nulos los permisos de obra por considerarlos ilegales.
La patriada fue comenzada por ese recurso de los porteños, la ONG Basta de Demoler, los vecinos de San Telmo organizados en Casco Histórico Protege y el Observatorio del Derecho a la Ciudad. Juntos, abrieron la causa “ASOCIACIÓN CIVIL BASTA DE DEMOLER c/ GCBA s/ amparo- suspensión de obras», Expte. Nº A30636-2017/0. La primera instancia se ganó ya el 8 de noviembre de 2019, en esos tiempos ya lejanos en que salíamos sin barbijos.
El edificiote que diseñó Aisenson y quiere vender TGLT es un ejemplo de libro de vampirismo. Los especuladores compraron el viejo mercado que tomaba una cuadra entera de la avenida Caseros, entre Bolívar y Perú, a una cuadra del Parque Lezama. Es un barrio que hace rato está en la mira de los que lucran con nuestra ciudad, como probó el horrendo ovni verde que se pensaba construir en la esquina de Piedras. En su momento, el ovni fue detenido por romper todas las reglas posibles en una Area de Protección Histórica y por el ridículo diseño que tenía.
Pero TGLT fue a la dirección general de Interpretación Urbana y obtuvo un permiso como si lloviera, pese a la muy clara normativa de alturas. Ni hablar de cosas que no están en nuestras débiles leyes, como el respeto al entorno histórico construido. La avenida Caseros alberga piezas delicadas y elegantes, variadas, de escalas modestas, que el Astor se pasa por las partes. Irónicamente, el marketing del edificio destaca los cafés y las casas históricas, el lindo barrio humano que viene a arruinar con sus cien metros de frente inmitigable y alto.
Los vecinos no querían llegar a juicio y fueron a la dirección general, donde los antendieron amablemente pero no les dieron mucha bolilla. Tampoco les fue mejor en su reunión con la constructora y el estudio de arquitectura, aunque se llevaron una perlita. Según cuentan, los del estudio les explicaron que si no lo hacían así de grande, no era «viable económicamente»… una admisión francamente asombrosa.
Para entrever la cadena de complicidades de estas obras ilegales, basta señalar que la Ciudad apeló la sentencia de primera instancia asociada con la empresa constructora. En lugar de hacer cumplir las leyes rigurosamente, el gobierno porteño desperdicia dinero defendiendo ilegalidades. Lo que abre una pregunta: ¿viendo este fallo, la justicia no tiene que abrir de oficio una investigación por si hubo cohecho?
Fuente: Pagina 12
Fuero: Contencioso Administrativo
Tribunal: Cámara en lo Civil, Administrativo y Tributario, Sala II
Voces: amparo, suspensión de obra, altura ilegal