Hace 54 años, en 1956, las Naciones Unidas instituyeron el 1º de junio como el Día Internacional de la Infancia con el objetivo de que los países tomaran conciencia de que la niñez es el sector más frágil frente a los problemas que aquejan al mundo: pobreza, guerras y crisis económicas y políticas. Doce años después en Francia, en 1968, y en meses similares, ocurría otro hecho histórico: un movimiento espontáneo y disruptivo tenía a los jóvenes como protagonistas. ¿Tienen los jóvenes su día internacional? Sí. 31 años después del Mayo francés, en 1999, las Naciones Unidas proclamaron el 12 de agosto Día Internacional de la Juventud. Pero ¿qué suceso tenemos presente cuando pensamos en la juventud como actor colectivo en democracia? El Mayo francés. La diferencia es que esa fecha estuvo respaldada por el poder social de sus protagonistas y fue ahí donde los jóvenes se transformaron en juventud; un actor colectivo que incidió en la agenda de las democracias. Niños y adolescentes tienen su día, pero, a diferencia de los jóvenes, somos los adultos quienes debemos construirlos como actor colectivo para que incidan. ¿Logramos eso en la Argentina? En estos 37 años de democracia, ¿qué hizo la dirigencia para darle a la infancia voz y políticas? Luces y sombras en esta trayectoria.
Las luces: el enorme avance en el modo en que el Estado los mira. Las leyes. No solo la adhesión del país a tratados internacionales con el gobierno de Alfonsín; la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos de Niños/as y Adolescentes en 1990. Una ley que cambia el enfoque integral en 2006. De la visión tutelar, niños como menores de edad al entendimiento de que son sujetos de derechos, a la modificación del Código Civil en 2014, en que los padres ya no tienen patria potestad, sino «responsabilidad parental».Fin de cuarentena en Argentina: cómo se flexibiliza en cada región
Estos cambios permitieron al Estado democrático ingresar al mundo privado con los derechos en la mano y poner límites al abuso de los adultos hacia los niños. Porque es en casa donde transcurre la infancia y donde se agrede. Las leyes garantizaron el derecho a la salud con el calendario obligatorio de vacunas. Y el derecho a una vida más libre de violencias, como la ley 27.364, de 2017, que transforma el delito de abuso sexual infantil en uno de instancia pública y permite que apenas haya una denuncia esté la Justicia. No más víctimas que esperan ser adultos para hablar. Pero, más allá de las buenas leyes, es en el ámbito de lo público, eso que todos vemos, donde están sombras.
Las sombras. El derecho a un hábitat es una promesa incumplida de la democracia para el 52% de niños y adolescentes de la Argentina, el 35% de la población según el censo de 2010. El derecho a una educación que proyecte es otra promesa incumplida con el 44% de alumnos en condiciones de acceder a la escuela virtual con el Covid-19. El derecho a la salud, física y psíquica, asimétrica según la provincia donde los niños vivan. Infancias fragmentadas; cuarentenas con Netflix y sin cables. Cuando pase la pandemia tal vez hayamos aprendido que detrás de los datos hay protagonistas. Tal vez sea el momento en que la ciudadanía exija a la dirigencia: ninguna excusa ni espera. Si así ocurre entonces el 1º de junio de 2021 podremos decir que en la Argentina la infancia se convirtió en actor colectivo.
Diputada nacional, vicepresidenta Bloque UCR
Fuente: La nación