La apertura del juicio al acusado de haber asesinado a su pareja, hecho que sacudió a la localidad de Los Cedros, en el valle de Paravachasca, dejó algunos elementos a favor de la acusación y otros que podría aprovechar la defensa. Marcelo Favio Ferraretto, que hoy tiene 53 años, está acusado de haber asesinado a su pareja Ana Barrera (46) el 29 de mayo de 2017, para luego descuartizar el cadáver y enterrarlo en un descampado.
El debate se inició ayer en la Cámara 11ª del Crimen de Córdoba con las partes explicando a los jueces del pueblo la gravedad de la acusación que soporta Ferraretto: homicidio doblemente calificado por el vínculo y por violencia de género (femicidio). Esto implica una pena de prisión perpetua. El suceso conmocionó a la provincia y al país porque durante días Ferraretto participó y organizó la búsqueda de la mujer, a quien había denunciado como desaparecida. Finalmente, según trascendió, habría confesado espontáneamente haber sido el autor del femicidio y habría brindado indicaciones del lugar donde enterró finalmente el cuerpo. Los restos fueron hallados en un descampado cerca de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). La víctima –según la autopsia– recibió un fuerte golpe inicial en el rostro, que le causó un desvanecimiento. Siempre con un objeto contundente, sufrió varios golpes en la cabeza y terminó con hundimiento de cráneo. Tras morir, fue descuartizada.
Estrategia de silencio. En el arranque del juicio, el acusado respondió sobre sus condiciones personales, pero se abstuvo de declarar y responder preguntas. Luego comenzó el desfile de testigos. Primero testificó una hija de la víctima, siguieron tres policías que trabajaron en la investigación y, al final, un primo de Ana: acaso la última persona que la vio con vida, la tarde antes del asesinato. Débora Territorios es una de los cuatro hijos de Ana que actúan como querellantes en la causa. En la audiencia relató que su madre, desde que conoció a Ferraretto, fue alejándose paulatinamente de sus hijos y familiares. Primero, sus hermanos mayores se fueron a vivir a Salta, con el padre, luego fue ella y su hermana quienes tomaron ese camino. Remarcó la joven que la separación geográfica marcó una incomunicación con la madre. Luego intentó retomar el vínculo, pero a escondidas. Dijo que la madre les enviaba regalos o dinero a sus hijos, pero con ingresos que ocultaba a Ferraretto. Cuando estaban a solas, Ana volvía a ser una madre cariñosa. Cuando se hacía presente su pareja, se tornaba otra vez fría. Algunas veces le dijo que debía irse de su casa inmediatamente porque ya llegaba él. Tras este testimonio, se sucedieron las declaraciones de tres policías, quienes no aportaron mejores datos a los que habían declarado durante la instrucción.
Al final, fue el turno del primo de la víctima, Roberto Enrique Reyna, quien recibió en su casa a Ferraretto y a la víctima la tarde previa a la noche en que pasó todo. Según el testigo, en la vivienda se generó una discusión entre la pareja luego de que Ferraretto “husmeara” en el celular de Ana y encontrara un mensaje. De acuerdo a la investigación, ambos se marcharon y se encontraron ya en la casa de ambos. Allí, se sospecha, se habría producido el altercado que terminó con la agresión mortal. Durante su testimonio, Reyna no contribuyó mucho a la acusación instruida por el fiscal de Alta Gracia Alejandro Peralta Otonello. Entre otras cosas, respondió que “los celos de Ferraretto no parecían fuera de lo común”. La pieza acusatoria está instruida con perspectiva de género y contiene expresiones que se refieren al acusado y su relación con la víctima: “dominación sobre ella”, “marco de relación asimétrica”, “cosificándola delante de terceros” y “claro contexto de violencia de género”. En ese expediente se relatan algunos episodios de celos compulsivos. Se señala que en aquellas actividades que iniciaba ella, él se sumaba inscribiéndose en el mismo horario, como guitarra o natación. Resulta llamativo lo que ocurrió en la pileta de un club privado de Córdoba, donde él le recriminó que hablaba con otro hombre que estaba en el andarivel de al lado.
Ataque de la defensa. El defensor oficial Fernando Palma encaró la tarea de revertir una acusación que luce contundente. El letrado parece haber dirigido su ataque a una parte de la instrucción: la declaración “espontánea” de Ferraretto ante la Policía, en la que confesó haber cometido el crimen. Palma parece encaminarse a cuestionar ese acto cuyas consecuencias en la investigación no fueron pocas. No es lo mismo haber declarado como testigo que como sospechoso. Si la Policía ya lo estaba investigando cuando dijo que la había matado e indicó el lugar donde estaba el cadáver, puede invalidarse esa confesión y varias cuestiones más.
Fuente: La Voz