Hay profesionales que aún hoy utilizan la máquina de escribir, pero el coronavirus modificó el escenario y desafía el funcionamiento de la Justicia.
i bien los historiadores no se ponen de acuerdo, la máquina de escribir –o al menos algo a lo que a ella se parece– habría sido un invento del año 1714 (Henry Mill) o 1808 (Pellegrino Turri). Lo cierto es que se trata de una invención de hace más de 200 años. Los teléfonos inteligentes, mucho más modernos que aquel invento de siglos atrás, fueron conocidos por primera vez con esa denominación en el año 1997 de la mano de la compañía sueca Ericsson.
Con las supercomputadoras al alcance de la mano, la evolución de internet y el exponencial desarrollo de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación), todos los ámbitos de la vida del hombre han ido mutando hacia la digitalización, en mayor o en menor medida. El ámbito jurídico no es ajeno a esto.
Desde hace muchos años (2007), la Corte Suprema de Justicia de la Nación viene desarrollando un proceso de cambio y modernización en la prestación del servicio de justicia.
Dentro de dicho proceso hay dos momentos «épicos»: la sanción de la ley 26.685 (de expediente digital) y el dictado de la acordada 3/2015, que se encuentra vigente desde el año 2016 y establece el uso de las notificaciones electrónicas casi de manera excluyente. Sin embargo, el proceso de cambio fue –y para muchos sigue siendo– difícil, complejo.Hoy los abogados atienden las consultas de clientes mediante videollamada, se capacitan a distancia y celebran audiencias en forma remota
Hay abogados que aún hoy, a más de 200 años de aquel invento fascinante, y a varias décadas de la invención de la computadora personal, continúan utilizando la máquina de escribir. El teléfono inteligente no es para todos, aunque de a poco «se le van animando».
El 11 de marzo de este año la OMS caracterizó a la enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) como una pandemia. En nuestro país, a fin de evitar el peor desenlace (y al igual que en muchos otros casos) se adoptaron medidas tendientes a resguardar la salud de las personas y el colapso de los sistemas sanitarios. El ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio) nos llevó, casi sin pensarlo, y de manera prácticamente automática, a repensar nuestra forma de vivir: clases virtuales, pedidos on line, teatro y cine a distancia, teletrabajo.
Y el ámbito jurídico no ha quedado ajeno a todos estos cambios. Hoy en día, en el ámbito de la Justicia Nacional, la Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha encargado de poner a disposición de los abogados un gran número de herramientas informáticas que permiten iniciar, desarrollar y finalizar íntegramente –en algunos casos– un proceso judicial de manera remota.
Y el abogado, que hasta hace unos pocos meses utilizaba la máquina de escribir, hoy pide más herramientas para poder seguir adelante: inicio de causas de manera remota, celebración de audiencias por videoconferencia, dictado de resoluciones a través de VPN’s, diligenciamiento electrónico de oficios, notificaciones por WhatsApp, y todo cuanto al lector se le pueda ocurrir. Lo que no se había logrado en muchos años, el COVID-19 lo consiguió en pocas semanas.
La Corte Suprema viene desarrollando un proceso de cambio y modernización en la prestación del servicio de justicia.
¿Es posible hoy el teletrabajo en el ámbito jurídico?
Sin lugar a dudas la respuesta es sí, se puede. Algunos detractores dirán que los sistemas son inestables e inseguros, y es verdad. Otros dirán que la escritura en papel es menos susceptible de ser alterada que los documentos electrónicos o digitales, y es cierto.
Hace algunos años, en un artículo casi predictivo, tuve la oportunidad de decir que pronto llegaría el día en que los abogados podríamos realizar nuestro trabajo desde la comodidad de nuestras casas, o desde nuestros estudios sin salir de ahí, o desde un bar. Lo cierto es que, aislamiento mediante, ese momento llegó.
Hoy los abogados atendemos las consultas de nuestros clientes mediante el uso de aplicaciones de videollamada, mantenemos reuniones de trabajo a través de aplicaciones de video conferencia, nos capacitamos de manera virtual, consultamos los expedientes de forma remota y podemos hacer un sinfín de otras actividades relacionadas con nuestra profesión, desde nuestras casas –hoy de manera obligada–, utilizando herramientas a las que antes ignorábamos o nos rehusábamos.
Charles Darwin dijo que la especie que sobrevive no es ni la más fuerte ni la más inteligente; la que sobrevive es la especie que mejor se adapta a los cambios. Y acá estamos: adaptándonos, de la mejor manera posible, a los cambios que se vienen, a los cambios que ya están.
Fuente: Iprofesional