El sindicato de presos que surgió en Argentina fue el primero en el mundo de ese tipo. Protege a quienes están privados de la libertad de arbitrariedades en lo laboral y busca que se garantice su derecho a trabajar.
Es el Sutpla: Sindicato Único de Trabajadores Privados de la Libertad Ambulatoria. El nombre apunta a subrayar lo que todo el tiempo Díaz destaca: cuando alguien está preso, la única libertad que tiene restringida es la ambulatoria. Los demás derechos tienen plena vigencia. Por eso el derecho a la educación, la salud y —claro—, el trabajo.
«Acá se fomenta el individualismo, por supervivencia», dice Rodrigo Díaz, Secretario General y uno de los fundadores de Sutpla. En parte, contra eso lucha la organización sindical que preside. «Que el detenido tenga una actividad laboral cambia la idiosincrasia carcelaria», concluye.
Según precisó, el sindicato tiene entre 2.000 y 3.000 afiliados. «Hay cierta fluctuación porque hay condenados y procesados que van y vienen».
Los efectos de poder gozar del derecho a trabajar son diversos. «Hay gente que encuentra su identidad: con hábitos laborales descubren que pueden hacer una ganancia y que hay otra manera de vivir, que no es la que aprendió viviendo en la marginalidad», reflexiona Díaz.
«Hay quienes trabajan en panadería, en herrería, hay gente haciendo muebles de alta gama, en algún momento se armaron motos. También hay otro tipo de trabajos, como es por ejemplo el fajinero de pabellón o limpieza», describió el Secretario. Además, subrayó el rol clave que muchas veces esas funciones tienen en la regulación de los recintos penitenciarios: «Mantienen la calma, muchas veces resultan ser los mediadores entre las necesidades del pabellón y las autoridades».
Según recopila Díaz, la historia del sindicato se remonta a 1998, fue entonces cuando se empezó a pensar. En 2009, él había salido de prisión y armó una ponencia para denunciar que no se estaban cumpliendo las leyes respecto al trabajo dentro de las prisiones argentinas.
Buscó legislación comparada de varios países, estudió en profundidad la de Argentina, descubrió que las leyes eran buenas localmente pero que faltaba aplicarlas. En síntesis, estaba claro «que el trabajo en contexto de encierro se tiene que llevar por las reglas laborales del medio libre», pero no sucedía.
Hasta el día de hoy, hay cosas que Díaz cita prácticamente de memoria. «El Derecho Humano Fundamental al Trabajo se entiende como el derecho de toda persona a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado». Tal cosa, subraya, en Argentina tiene carácter constitucional.
Antes de crearlo, Díaz y sus compañeros analizaron el panorama e identificaron los problemas que existían. Entre otros, destacan la «falta de otorgamiento de tareas» o la discrecionalidad al momento de hacerlo, las deplorables condiciones de trabajo (ausencia de seguridad de higiene, lejos de lo que indica la ley 19.587), la falta de prevención ante el riesgo de trabajo e incluso de cobertura. También, el hecho de que las labores que les otorgaban eran «escasamente formativas» y que los salarios no se ajustaban a una relación adecuada con el ‘salario Mínimo, Vital y Móvil’ indicado, a pesar de lo expresamente indicado en ley 24.660.
Allí, el artículo 120 indica: «si los bienes o servicios producidos se destinaren al Estado o a entidades de bien público, el salario del interno no será inferior a las tres cuartas partes del salario mínimo vital móvil».
Sin embargo, denuncia que «los muros y la falta de dinámica con las instituciones permite un alto grado de impunidad por lo que, desde adentro, buscan restringir derechos». Sin embargo, al haber un sindicato «hay una fuente de canal de reclamo mucho más potente». Es que si la protesta es individual, cuenta, los castigos son discrecionales.
Según el artículo 1 de la «Declaración de principios y objetivos» del Sutpla, se trata de «una asociación sindical de trabajadores constituida para la protección y promoción de losderechos»de los trabajadores privados de libertad ambulatoria, que «prestan servicios en relación laboral de dependencia en los diversos establecimientos penitenciarios pertenecientes al Servicio Penitenciario Federal y/o en los distintos Servicios Penitenciarios Provinciales de la República Argentina».
En 2013 se pudo constituir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires formalmente el Sutpla, que es parte de la Central de los Trabajadores (CTA). Sin embargo, todavía luchan por lograr la personería jurídica. Fueron los primeros en el mundo, más tarde surgió un sindicato similar en Alemania.
A medida que Sutpla avanzaba en formalidad, lograban también pasos concretos dentro de los establecimientos. «Un grupo de cinco dirigentes recorríamos los pabellones del penal viendo todas las demandas laborales que teníamos que reivindicar o pedidos de trabajo o accidentes para ART», contó. Así fueron entendiendo qué faltaba, qué había que lograr.
Al principio hubo mucha resistencia. Pero después se empezaron a notar los cambios. «Baja la tensión, están en actividad, ayuda a mantener la conducta y refuerza los vínculos familiares porque permite aportar al hogar, mantener a sus hijos en el medio libre».
Fuente: Julia Muriel Dominzain. RT