Priscila Leguiza tenía apenas 7 años cuando su madre, Silvia Lafuente, la mató.
Fue asesinada a golpes y luego la prendió fuego en una parrilla durante horas con la ayuda de su pareja, Pablo Verón Bisconti. La envolvieron en una frazada y un nylon, la cargaron en un cochecito de bebés y la tiraron en el arroyo Las Conchillas, en Berazategui. Pensaron que nadie la iba a encontrar. Denunciaron su desaparición, hicieron panfletos y fingieron buscarla. El 7 de enero de 2014, un día después del filicidio, la policía encontró el cuerpo. Mañana comienza el juicio contra ellos, que actualmente están detenidos con prisión preventiva. Su padre, Gabriel Leguiza, y el abogado Julio César Torrada piden la pena máxima para ambos: reclusión perpetua. Para Torrada no hay dudas: «La madre planeó matar a su hija, aunque es algo antinatural. El asesinato de Priscila se inscribe en lo que se denomina ‘víctima colateral’. Lafuente no la mata azarosamente, fue porque le quería hacer daño a Leguiza», dice. Priscila estuvo dos meses desaparecida. Sus padres estaban separados. Juntos tienen seis hijos, pero habían pactado que vivieran tres con cada uno de ellos. Priscila vivía con Leguiza desde el año y medio y en el tiempo restante casi nunca vio a su madre, según cuenta él. El domingo 30 de octubre de 2013 Leguiza fue a votar. En el colectivo se encontró con Lafuente y su hija mayor. Su exmujer le dijo que iba a buscar a la niña, que se la quería llevar. Él se opuso, pero la menor le pidió ir porque quería ver a sus hermanitos. Él aceptó pero puso una condición: que volviera el lunes. Eso nunca sucedió.
«Al otro día volví de trabajar como a las 10 de la noche y me dijo mi señora que no la habían traído. Fui a hacer la denuncia y no me la quisieron tomar. Me trataron mal. Pusieron en duda lo que yo decía porque se había ido con la madre», dice Leguiza. Él no tenía el número de teléfono de Lafuente y tampoco precisión de donde ella vivía. «Un día después me tomaron la denuncia, pero pasaron dos meses sin noticias hasta que me llamó un comisario. Me puse contento, pensé ‘apareció’. Eran las ocho de la noche, como trabajo en una distribuidora de diarios pedí permiso para irme», recuerda el hombre. «A las doce me dijo mi cuñada que me buscaba un patrullero y dije ‘la encontraron’. Eran de la Comisaría del Menor y la Familia de Berazategui, me dijeron que era por el paradero de Priscila, pregunté qué le había pasado y me respondieron que había desaparecido. Conté que desde el 30 de octubre no sabía nada de ella y que lo había denunciado. En el patrullero habían pegado panfletos de la búsqueda de mi hija con el apellido de la madre. Ella, además, había dicho que la nena viajaba sola en colectivo y tren y que había pasado las fiestas conmigo. Dije que era mentira y le pedí que aportara datos, que dijera la verdad», añadió.
El crimen. Luego de que se conociera el asesinato, los vecinos de Lafuente atestiguaron que escucharon gritos y llanto y que sintieron un olor nauseabundo. La mujer le dio una brutal golpiza a Priscila. Le pegó en la cabeza con un objeto contundente, se cree con un fierro «parecido a un pie de micrófono», dice Torrada. El golpe le produjo traumatismo de cráneo. La niña se fue a dormir y amaneció muerta. Lafuente tuvo el cuerpo en su casa un día. No supo qué hacer, por lo que llamó Oscar Doroteo Lescano, un pastor evangélico, y le pidió ayuda. «Le dijo ‘me mandé una macana, maté a mi hija’ y él le dijo que se deshiciera del cuerpo porque sin cuerpo no hay delito», contó Torrada. Con la ayuda de su pareja, Lafuente prendió fuego el cadáver de Priscila. «La quemó en una parrilla durante tres o cuatro horas, pero no pudo quemarla toda», relató el abogado y agregó que después de eso la metió dentro de un cochecito de bebés y la llevó al arroyo acompañada de los hermanitos. «A ellos les prometió llevarlos a comer pizza y tomar Coca Cola después de deshacerse del cuerpo. Hay imágenes de una estación de servicio donde se los ve juntos con el cochecito. Luego denunciaron que la nena estaba desaparecida para desviar la investigación», detalló. Uno de esos chicos se quebró en una declaración y por él se pudo dar con el cuerpo. Los menores, que en ese momento tenían 12 y 14 años, fueron sometidos a Cámara Gesell y según Torrada habían sido manipulados. «Lafuente no sólo mató a su hija, también hizo cómplices a los hermanos. Los hizo ver cómo quemaban a Priscila y acompañarla a tirar el cuerpo», aseguró el abogado especialista en Violencia de Género y fundador de la ONG Vivas las queremos.
El día del hallazgo. Leguiza recuerda aquella vez como el día que empezó su calvario. «A las nueve de la mañana me preguntaron si podía declarar. Lo hice por casi diez horas. Dije que a la nena no le hacía falta nada, estaba bien conmigo, le dábamos todo». «Lafuente y Bisconti estaban a metros mío, apurados por irse porque supuestamente tenían un viaje. Mientras declaraba me vino a la mente lo peor y pasó lo peor. La fiscal me dijo que tenía una junta en la Comisaría. Cuando llegué me recibió el Comisario, me preguntó si yo era Leguiza, me dijo que me calme, que me iba a acompañar una psicóloga. Ahí me quebré», recuerda. «Se encontraron dos cuerpos en el Arroyo La Conchilla, uno es de una menor y concuerda con los datos que dio», le dijeron al padre de Priscila. No se olvida de esa frase. De ahí fueron a la morgue junto a la psicóloga. Por la otra parte estaba un cuñado de su exmujer. «Apenas vi el cuerpo lo reconocí. Dije ‘esa es mi nena’. El cuerpito estaba lejos. ‘¿Cómo sabés?, me preguntaron. ‘Es mi nena’, insistí. Yo la crié, sé cómo dormía y así como quedó dormida murió. Estaba hecha un globo, con el pelo corto, posiblemente por la quemadura porque ella tenía bucles, la habían envuelto con una frazada y un nylon pero, así como estaba, le quería dar un beso, le tocaba la orejita», relata el padre. «El cuñado de Lafuente dijo que esa no era la nena, pero le repetí que yo la había criado. Él no podía decirme eso. Salí de ahí y me desahogué. Grité y lloré. Tuve la peor imagen de mi hija», recuerda.
El juicio. A partir de mañana se llevará a cabo el juicio en el Tribunal Oral y Criminal N° 5 de Quilmes. Verón Bisconti y Lafuente enfrentan la carátula de Homicidio Calificado. «Creo que una madre no hace eso. Queremos que los fiscales me miren. Con estos cinco años de lucha no quiero darles beneficios a Lafuente y Bisconti. Queremos la reclusión perpetua», dijo Leguiza. Desde hace cinco años vive con dolor y tristeza. Se refugia en el trabajo y en sus afectos. «Salgo de mi casa a las seis de la mañana y vuelvo a las diez de la noche. No quiero estar encerrado y pensar. Quiero justicia y que paguen por lo que hicieron», explicó.
Fuente: Diario La Nación